Un desierto de amapolas, ese camino por el sendero de la vida, el paisaje, la maravilla de un renacer de los sentidos, la epopeya en una metáfora, la esencia de lo permitido, dos que se miran a la luz de una luna, y les separa un mismo amor, la misma inquietud por lo egocéntrico de las cosas, los segundos de una luz por el horizonte, la sensibilidad de lo bonito, de lo idóneo, de lo que vuelve a ser, la fragancia, en un paseo por la playa, ante el océano, que hace atractivo lo pausado, de lo idílico, una intimidad al límite de la inspiración, y será la sensación de lo que verdaderamente importa, es la debilidad de esa fortaleza que hace energía en la libertad de las formas, dos, que se sienten, al lado de un reencuentro, dónde las palabras de un te quiero, suenan a la melodía de una nueva canción, que dictamina, que es la perla del paraíso, y en ese desierto de amapolas, todo reluce, todo inquieta, la inquietud que se plasma, que se siente, en los extremos de lo permitido, y esos dos, se casan, en la iglesia cerca de ese mar, y comienza una calma, una tranquilidad, y un sol que reluce...Feliz miércoles, amigos, con la ilusión del momento, está la sensibilidad del nuevo amor.
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