Como cada
quince de octubre, en medio del otoño, un año más llega Santa Teresa de Jesús,
aquella escritora, luchadora, hermana de la caridad que dejó huella en su época
dejándose notar y queriendo decir, Santo de muchas mujeres con ese nombre, una
de ellas, ya no se encuentra entre nosotros, pero nos dejó su recuerdo, su
huella, y las anécdotas vividas a su lado, aquella vecina y amiga Tere, que
cuando la conocí hace veinticinco años, llegó con su perrita Chita, diciéndome
que vivía sola con el animalito, y que llevaba años viuda y no tenía hijos pero
si muchos sobrinos que le hacían la vida mucho más agradable si cabe, también
unos cuantos pretendientes rondaban su persona, pero uno de ellos, que había
tenido una historia con Tere, Agustín, se mantenía firme en sus sentimientos,
nunca se casó, nunca quisó saber nada de nadie, porque nunca pudo olvidar a
Tere, y así domingo tras domingo, la llamaba por las noches para estar un buen
rato dialogando y riendo acerca de su historia vivida de amor, Tere era una
señora simpática, dicharachera, que cada domingo bajaba a nuestra casa para
tomar café y así, durante catorce años, y en días como hoy, para su Santo, yo
la subía a felicitar, llevándole algún regalo, y pasábamos unos bonitos
momentos, por eso quiero volver a recordarla en el día de su día, porque
siempre será aquella vecina, amiga y confidente con la que pasamos unos años
inolvidables, gracias por conocerla y felicidades en su Santo, que sea feliz…
No hay comentarios:
Publicar un comentario