En la
primavera, un día de miércoles diez de abril de dos mil trece, a pleno sol, que
parece como si el mundo se hubiese arreglado ya de repente, como por arte de
magia, la tranquilidad y la calma de fondo, la sonrisa de las personas que
pasean por las calles, parques y plazas, los niños de camino al colegio,
olvidando y recordando los sucesos de los últimos días, aquella diva del cine
español, de la canción, la primera que fue a Hollywood, esa Sara Montiel que
nos dejó el primer día de la semana ocho de abril, casi un mes de haber
cumplido los ochenta y cinco, dejando una vida muy vivida, mujer deseada por
todos los hombres de la época, cuatro matrimonios, amantes, amigos de
complicidad, siempre adelantada a su tiempo, que por su mente los proyectos
andaban a pie de página, hoy nos queda el recuerdo y la leyenda de esta artista
a la última de todos los acontecimientos, y la seguimos recordando en este día,
dulce con sabor a amor, a dulzura, a ternura a pensamiento unido al
sentimiento, en la primavera de un día entre semana que va cambiando, yo sigo
plasmando mis inquietudes sobre el ordenador como casi cada día, y sueños entre
despierta y dormida, que las cosas en mi vida cambien a un nuevo camino,
proyecto, anhelo, mis obras, mis novelas, mis creaciones, mi rehabilitación de
cada viernes, el desear el reencuentro con esa persona especial que podría
haber sido ese hombre de mi vida que hubiese marcado mi trayectoria sentimental
y lo tire todo por la borda, le debo un perdón que se que se producirá cuando
menos lo espere, esperando que suceda en esta primavera que tal vez sea la
primavera de mi vida, a mis cuarenta y cinco, una edad crucial, marcada, y
definitiva para mi destino…

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